¿Y SI EN LA ABOGACÍA EL TAMAÑO YA NO IMPORTARA?
Durante años, los grandes despachos han dominado el mercado legal gracias a su tamaño, reputación y especialización. Pero la irrupción de la inteligencia artificial está cambiando las reglas del juego. No porque sea una herramienta más, sino porque está redistribuyendo el valor dentro de la profesión. Y quienes están mejor posicionados para beneficiarse no son los más grandes, sino los más pequeños.
1. Los pequeños despachos, los grandes beneficiados
Los pequeños despachos, sobrecargados de trabajo y con recursos limitados, encuentran en la IA una palanca de productividad inédita. Automatizar borradores, responder consultas frecuentes, generar contratos o analizar jurisprudencia ya no requiere un ejército de juniors. Una sola persona, bien equipada con herramientas de IA generativa, puede hacer el trabajo de varios. Esto no solo reduce costes, también les permite competir en calidad y velocidad con estructuras mucho mayores.
Además, los pequeños tienen algo que los grandes no: flexibilidad. Pueden adoptar nuevas tecnologías sin tener que desmontar estructuras internas ni convencer a diez comités. Pueden experimentar, equivocarse y mejorar. Para ellos, la IA no es una amenaza, sino una ventaja competitiva.
2. Los usuarios también ganan
El otro gran beneficiado es el cliente. Hoy, muchos usuarios pueden redactar un contrato, hacer una consulta o entender sus derechos con ayuda de herramientas legales basadas en IA. Ya no necesitan acudir a un despacho para cada paso. Esto no elimina al abogado, pero sí transforma su papel: de ejecutor a revisor, de productor de documentos a asesor estratégico.
Este cambio rebaja el coste de acceso a la justicia y permite que más personas se beneficien de asesoramiento legal. Pero también obliga al sector a repensar su modelo de valor.
3. El conocimiento pierde valor como producto
Cuando la generación de conocimiento se automatiza, su valor en el mercado cae. Lo que antes requería años de formación y experiencia, hoy puede hacerse (bien) en minutos con la ayuda de una IA. Esto no sustituye el juicio profesional, pero sí reduce el diferencial entre el abogado muy experto y el abogado competente con buenas herramientas.
En otras palabras: la IA permite crear pequeños expertos. Abogados medios que, apoyados por la tecnología, pueden moverse con solvencia en nuevas áreas, producir con mayor rapidez y ofrecer respuestas que antes solo estaban al alcance de unos pocos especialistas.
4. ¿Y los grandes despachos?
Paradójicamente, los que más tienen que perder con este cambio son los despachos grandes. Con estructuras internas rígidas, procesos lentos y una fuerte cultura burocrática, muchos tienen dificultades para adaptarse con rapidez. A esto se suma que gran parte de su modelo se basa en el prestigio y el expertise de sus plantillas: abogados muy especializados que justifican tarifas elevadas por su conocimiento profundo.
Pero ¿qué pasa si la IA reduce esa distancia? ¿Qué pasa si un abogado de un despacho pequeño, con buenas herramientas, puede ofrecer respuestas casi tan precisas y completas como un equipo entero de expertos?
La IA no solo mejora la productividad. También amenaza con cerrar la brecha entre los grandes y los pequeños. Y eso puede reconfigurar el equilibrio de poder en el mercado legal.
Conclusión: la abogacía cambia de manos
La inteligencia artificial ya está cambiando quién puede hacer qué, con cuánta rapidez y a qué precio. Los despachos pequeños y los abogados que adoptan estas herramientas con criterio y visión estratégica tienen una oportunidad única. También los usuarios, que ahora pueden asumir un rol más activo en sus asuntos legales.
El futuro no está escrito. Pero si algo parece claro, es que el conocimiento jurídico como producto pierde valor, y la capacidad de adaptarse —de aprender, aplicar y decidir con apoyo de IA— se convierte en la nueva ventaja competitiva.